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Así se sobrevive en Caracolí

Por: cvpadmin
Bogotá, 15 Agosto 2019
Así se sobrevive en Caracolí

 

 

En la ocupación indebida, donde la Alcaldía de Bogotá adelanta un proceso de reubicación con sus habitantes, no se vive dignamente. Por esto, el Distrito ofreció diversas opciones a las familias para que se trasladaran a vivir segura y dignamente. Más de 524 se beneficiarán.

 

No puede llover, o en Caracolí, Ciudad Bolívar, las calles se convierten en un lodazal, el agua escurre a chorros desde la parte alta de la montaña y la vía amaga con protagonizar un accidente.

 

Martha- quien pide omitir su apellido- mandó a sobar su brazo tres veces la semana anterior. Bajando se resbaló y cayó al vacío. Uno de sus vecinos, la agarró. De lo contrario, la historia sería distinta.

 

A Jovel, otro de los  bogotanos que se mueve en silla de ruedas, lo alzan, lo montan sobre la espalda de uno de sus hijos, y lo conducen montaña arriba cada vez que acude a citas médicas. Por fortuna, en estos días de agua, ya no está. Aceptó las ofertas de reubicación de la Alcaldía de Bogotá y la Caja de la Vivienda Popular le paga un arriendo en una casa digna, de un piso, con calles pavimentadas, donde nadie tiene por qué alzarlo. Allá define dónde comprará apartamento de su propiedad.

 

Caracolí, en Ciudad Bolívar, no es un lugar apto para vivir dignamente. El frío inclemente se introduce por las latas, tejas de zinc y el cartón de las improvisadas viviendas y cubre a los habitantes que viven en la oscuridad.

 

Adentro, en cada casa, no hay ventanas, y los rayos del sol se mezclan desde los orificios de los techos, por donde también escurre el agua durante el invierno. El piso es en tierra, la humedad deambula  y los servicios públicos escasean. Los que hay- lo dicen los habitantes- son ilegales.

 

La energía – por ejemplo- es repartida improvisadamente en cables que se cruzan a poca altura entre las casas y llega a través de conexiones injertas. Se paga 15 mil pesos por colgarse del poste mayor (ubicado en la parte alta de la montaña), y otros 15 mil pesos para sacarla un poste intermedio. Es decir, quien tenga un poste sobre su casa cobra. “Se paga una vez, cuando se llega y se ocupa el predio”, cuenta Odilia Marín, habitante de Caracolí, mientras que Luis Alberto Rodríguez, otro de los residentes, denuncia que le robaron tres veces los cables.

  

Los ladrones aprovecharon la madrugada, desprendieron el cableado y lo dejaron a oscuras. Por eso, hay decenas, centenares de perros callejeros. “Me cansé”, confiesa Rodríguez.

 

Por esto, aceptó junto con su esposa salir de la invasión. Quiere una nueva vida, un mejor ambiente para sus hijos. Ya escogió un apartamento en Arboleda Santa Teresita en San Cristóbal. “La Caja de la Vivienda nos está pagando arriendo en un lugar bonito, seguro, tranquilo”.

 

  

Y es que Caracolí, se volvió inseguro. E incluso, antes del proceso de reubicación adelantado por la Alcaldía de Bogotá, aparecieron casas desocupadas. Habitantes, según cuentan, se marcharon porque los amenazaron. Nunca se supo por qué y quiénes eran los responsables, pero la gente prefirió huir. Les anunciaron que les lanzarían granadas a sus casas.

 

Los habitantes de Caracolí son personas buenas, trabajadores del reciclaje, chatarrerías, peluquerías, panaderías y demás. Sin embargo, ocuparon indebidamente una montaña en zona de alto riesgo, húmeda y con problemas de salubridad. En algunas casas no hay tubería y el agua oscura y mal oliente escurre por ciertas calles.

 

Por esto, la Alcaldía de Bogotá decidió reubicarlos, brindarles un apartamento en Arboleda Santa Teresita (San Cristóbal), o en Ciudadela Porvenir, Manzana 52 (Bosa Porvenir), o 58 millones de pesos para que compraran casa digna y segura dentro o fuera de Bogotá.

 

La gente se concientizó. 524 ya son beneficiarios porque le creyeron al Distrito y están entregando sus predios. Los demuelen y venden por chatarra las latas, las tejas, y trastean durante 2 y 3 días porque bajar neveras, estufas, televisores desde la parte alta de la loma, sobre el barro y la lluvia, no es tarea fácil.

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